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El hogo salvaje

El personaje principal de esta nueva aventura, el famoso señor Helado, siempre con sus tres bolas de helado bien frías, se acababa de hacer un corte de grageas en la nueva peluquería: “Héroe de las grageas”. Estaba comiendo un helado de nieve, su favorito - no es caníbal, simplemente le gustan los helados como a casi todo el mundo- cuando vio algo que llamó su atención. Era su mejor amigo Elarro y llevaba una caja muy grande. Lo acompañaba Heladín, un helado buenísimo de sabor fresa con plátano. De la caja grande salía un brillo muy potente y el señor helado pensó que sería otro invento de Elarro, que es un carpintero científico. No era ningún invento. Era algo mucho más interesante. Era un hogo (criatura “tierna” que produce helados a su antojo). El señor helado preguntó a Elarro:

- ¿De dónde sacaste ese hogo?

Elarro le responde casi gritando:

–¡Me lo han enviado DESDE HERÚ! ¿¡No es hermoso!? Es mi nueva mascota.

El señor helado se aterrorizó ya que había tenido una experiencia en Herú que no era fácil de olvidar. Tuvo que hacer un viaje muuuuuuy largo porque él vive en la isla más lejana de Hepón que está en Hesia y Herú está en Hemérica. De pronto el hogo creció y Heladín dio un paso atrás para alejarse. El hogo sacó un helado y se lo zampó tan rápido que casi ni lo vieron.

-Está en etapa de crecimiento – se disculpó Elarro.

El señor Helado no había visto nunca nada así ¡Un hogo en etapa de crecimiento! puede llegar a ser muy peligroso. De pronto habló el Hecalde y con una voz estridente dijo: ¡DESDE AHORA TODOS LOS HOGOS ESTÁN PROHIBIDOS PORQUE SE HA DEMOSTRADO QUE SON PELIGROSOS! Elarro estaba temblando del miedo. ¡menos mal que no vio a su querido Hogo! El señor helado pensaba que estaban en GRANDES problemas. Heladín dijo lo que pensaban todos…

- ¿Nos lo quedamos o lo entregamos?

-Es bueno, solo necesita aprender a controlarse - dijo Elarro

Fueron al taller de Elarro para esconderlo. Pusieron la caja grande con el hogo adentro en un baúl con llave. El señor Helado dijo que debían actuar como si nada pasara para pasar desapercibidos. Se pusieron a ver un programa llamado “100 helados muy pero que muy divertidos” cuando de pronto oyeron un ruido muy fuerte en el baúl con llave y fueron a ver. ¡EL HOGO HABÍA CRECIDO TANTO COMO UNA SANDÍA! Se asustaron TANTO que Heladín casi sale gritando por la puerta del taller. Entre Elarro y el señor Helado lo agarraron para que no los delatara. El hogo, poco cariñoso intentó comerse la parte de plátano de Heladín. Casi sale corriendo otra vez.

- ¿Qué hacemos? – preguntó el señor Helado. Elarro le contestó enseguida:

- ¡NECESITAMOS UN CHOCOLATE, eso lo desmayará por un tiempo!

-Estamos ante un problema del tamaño de una hellena (ballena) -pensó el señor Helado. Dio resultado, el Hogo se tragó el chocolate y se desmayó, pero pronto despertó y quiso comer más. Los tres amigos intentaban esquivar al hogo que no cesaba de crecer y perseguirlos para darles un mordisco. Incluso se comió parte de la cabeza de Elarro y este tuvo que esperar tres horas en la congeladora para que le vuelva a crecer. Se gastaron una caja entera de chocolates para tranquilizarlo. Pero Elarro seguía intentando amaestrarlo. Quería enseñarle a controlarse. Afuera del taller merodeaban el Hecalde, los holicías, y Erlocte, el archienemigo del Señor Helado. Erlocte odiaba a los hogos, porque de niño un hogo salvaje lo había asustado y quería desmayar a todos los hogos del mundo. Pero el Hogo de Elarro era pacífico, solo tenía que aprender a controlar su carácter. Erlocte le ordenó al Hecalde que mande derribar la puerta del taller porque estaba seguro de que el señor Helado y sus amigos escondían allí a un hogo. El Hecalde dijo que eso estaba prohibido hacer, pero Erlocte lo amenazó, así que tuvo que ordenar que derriben la puerta. Los holicías buscaron por todo el taller hasta que encontraron al Hogo. Apresaron al señor Helado, Elarro y Heladín por sospechosos. En la cárcel les colocaron unas alarmas que sonaban si se movían o intentaban zafarse.

Pero los helados de la ciudad se enteraron y cómo querían mucho al señor Helado y a sus amigos salieron a protestar. Llevaban carteles que decían “Liberen al señor Helado”, “Los hogos son mascotas, no los desmayen”, “Retiren esa norma”.

Así llegamos al inicio de esta historia, con el señor Helado inmovilizado y aburrido en el calabozo. Entonces se movió y, para su sorpresa no sonó ninguna alarma. Otras veces lo había intentado y no había logrado escapar. Siempre sonaba la dichosa alarma. Sacó a Elarro y a Heladín de sus sillas con alarmas, también desactivadas. Llegaron al cuarto del Hecalde y estaba preparando unas maletas para huir de la ciudad. Lo inmovilizaron en una silla y le hicieron responder unas cuantas preguntas.

- ¿Por qué está atrapándonos? ¿Por qué prohíbe los hogos?

-Porque me lo ordena Erlocte. En realidad a mí me gustan los hogos, pero él me obliga a prohibirlos.

- ¿Por qué le haces caso? Si los hogos son buenos.

- Porque me obliga a hacer cosas y si yo no les hago caso me quita el puesto de Hecalde. Al señor Helado le dio pena ajena el Hecalde y le dio unas cuantas grageas. Salieron corriendo a enfrentar a Erlocte para darle de su propia medicina.

-Solo tenemos una pregunta: ¿tienes a nuestro hogo?

- Ok, lo tengo, está por allá.

Fueron corriendo y rescataron al hogo. Este se sintió tan contento al ser rescatado que empezó a lamerlos ¡Por fin había aprendido a no morder!

-Te voy a dar un consejo, Hecalde - dijo el señor Helado - Sé feliz y piensa por ti mismo.

El Hecalde se quedó mudo.

-Ah y mándame chocolates a mi casa- añadió el señor Helado.

Y con esa despedida, terminó otra aventura del señor Helado, Heladín y Elarro.


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